El Yogui ve en el cuerpo físico un instrumento para su viaje hacia la perfección .
Existen numerosos sistemas modernos de cultura física destinados a desarrollar los músculos. Estos se desarrollan por medio de movimientos mecánicos y ejercicios. Los ejercicios de Yoga no sólo desarrollan el cuerpo, sino que también ensanchan las facultades mentales . Más aún, el Yogui adquiere dominio sobre los músculos involuntarios de su organismo.
La diferencia fundamental entre los ejercicios de Yoga y los ejercicios físicos ordinarios es que la cultura física enfatiza los movimientos violentos de los músculos, mientras que el Yoga se opone a ellos, porque producen grandes cantidades de ácido láctico en las fibras musculares y causan de este modo la fatiga.
El efecto de este ácido y de la fatiga que causa es neutralizado por el álcali en las fibras musculares, así como por el oxígeno que se inhala.
Sobre esta teoría trabajan los modernos expertos en cultura física. Tratan de aumentar la toma de oxígeno para que disminuya la fatiga mientras actúan. Aunque su teoría parece estar muy difundida, los fundadores del Yoga poseyeron durante muchísimos siglos un conocimiento muy superior a todas las modernas teorías. El sistema del Yoga no es nuevo. Se ha ensenado durante siglos, antes de que los modernos sistemas fueran concebidos.
El desarrollo muscular del cuerpo no significa necesariamente que ese cuerpo esté sano , como se cree comúnmente, ya que la salud es un estado en el que todos los órganos funcionan perfectamente, bajo el inteligente control de la mente.
El movimiento rápido de los músculos cusa una tremenda tensión en el corazón. En el Yoga todos los movimientos son lentos y graduales, acompañados de respiración apropiada y relajación. El dióxido de carbono y otros productos metabólicos provienen de la actividad muscular. Un exceso moderado de estas sustancias estimula el corazón y le hace latir más fuertemente; así pues, el ejercicio produce su propio estimulante esencial del corazón.
El principal propósito del ejercicio es aumentar la circulación y la admisión de oxígeno. Esto puede conseguirse con simples movimientos de la espina dorsal y varias articulaciones del cuerpo con respiraciones profundas, pero sin movimientos musculares violentos.
Como los ejercicios están encaminados a aumentar la circulación por medio del movimiento de los músculos del cuerpo y a aumentar la admisión de oxígeno, pasemos rápida revista a la función de los músculos en los ejercicios violentos y en los moderados como los de Yoga.
Cuando los músculos se contraen el glicógeno se convierte en ácido láctico y se desprende energía adicional. La fatiga es el resultado de la incapacidad de los músculos para obtener el oxígeno necesario para oxidar una cantidad suficiente de ácido láctico formado. Cuando se acumula demasiado ácido láctico, los músculos quedan temporalmente incapacitados para contraerse. Durante los ejercicios violentos, por ejemplo, somos incapaces, aunque la respiración es más profunda y rápida, de inhalar suficiente oxígeno para atender la demanda de los músculos. Se produce un déficit de oxígeno. Este déficit es la diferencia entre la cantidad de oxígeno que necesitan los músculos activos y la que reciben. De éste modo, al terminar el ejercicio, continuamos respirando más profunda y más rápidamente que de ordinario para compensar esta falta de oxígeno.
¿Qué ocurre en el ejercicio moderado? Al comenzar un ejercicio moderado como el trabajo de la casa, caminar a velocidad prudente, etc., los músculos se activan notablemente. Se producen una serie de acontecimientos que determinan una mayor afluencia de sangre, lo que, a su vez, comporta un aumento en el abastecimiento de oxígeno y combustible a los músculos activos. A medida que aumenta la actividad muscular aumenta también el metabolismo muscular. El metabolismo incrementado aumenta la producción de calor. Al calentarse los músculos disminuye su viscosidad y aumenta la eficacia del trabajo que ejecutan. La temperatura del cuerpo probablemente no ascenderá de un modo apreciable. La sangre caliente procedente de los músculos alcanzará pronto el centro menos caliente en el hipotálamo. La dilatación refleja de las arterias de la piel permitirá mayor pérdida de calor por la radiación, equilibrando el aumento en la producción de calor. Al aumentar el metabolismo muscular y, en consecuencia, la oxidación de glucosa, se determina una mayor producción de dióxido de carbono. Este incremento de dióxido de carbono se difunde entre las pequeñas arterias de las fibras musculares, relajando las paredes de estas arterias. La dilatación consiguiente permite el flujo más rápido de mayor cantidad de sangre a través de los músculos del esqueleto.
La cantidad incrementada de dióxido de carbono no sólo ejerce una acción local, sino que, en sus desplazamientos, ayuda a coordinar las respuestas generales de los sistemas circulatorio y respiratorio con las demandas ejercidas sobre ellos. Al alcanzar el corazón, el dióxido de carbono estimula el músculo cardíaco y hace la contracción más fuerte. El fortalecimiento de la contracción determina una mayor salida de sangre por latido.
El aumento de la concentración de dióxido de carbono en la sangre, fluyendo a través de la médula, estimula directamente el centro respiratorio. A su vez, el centro respiratorio responde con un aumento en la frecuencia de los impulsos que produce rítmicamente. El mayor número de impulsos alcanza eventualmente el diafragma y los músculos intercostales, induciéndolos a contracciones más fuertes de las usuales. De este modo la respiración se hace más profunda.
La estimulación del centro vasoconstrictor envía impulsos a las arterias de la cavidad abdominal a través de los nervios vasoconstrictores. La constricción de muchas arteriolas en esta región aumenta significativamente la resistencia periferial y sube la presión general arterial de la sangre. La constricción de estos vasos sanguíneos sirve también para desviar la sangre de los órganos abdominales hacia aquellos músculos cuyos vasos están dilatados. El mayor número y fuerza de las contracciones musculares presiona las venas más vigorosamente y ayuda de este modo a bombear con más rapidez la sangre al corazón. La bomba respiratoria también ayuda en esto. Respirar más profundamente significa mayor fluctuación de las presiones entre las cavidades abdominal y torácica. La expansión y compresión alternativas de las grandes venas en estas cavidades aumentará su fuerza y hará que mayor cantidad de sangre vaya hacia el corazón.
Incrementar el retorno de la sangre al corazón dilata el músculo cardíaco, aumentando su fuerza y, por lo tanto, su rendimiento por latido. Cuanto más rápido es el movimiento del corazón, mayor es la fuerza con que las contracciones del músculo cardíaco aumentan la salida de la sangre por minuto, y esto, a su vez, ayuda a subir la presión de la sangre. Las respiraciones más rápidas y profundas ventilan los pulmones más completamente. Una mayor cantidad de dióxido de carbono se elimina en la respiración, lo que previene su concentración y una subida demasiado alta de la presión, porque demasiado dióxido de carbono puede incrementar la acidez de la sangre hasta un extremo peligroso.
Durante el ejercicio los músculos activos oxidan más glucosa y lo hacen más rápidamente que antes por causa del aumento de su temperatura. Esto tiende a disminuir la concentración de azúcar en la sangre. Teniendo en cuenta que el azúcar de la sangre está equilibrado con el glicógeno del hígado, un descenso en la concentración de azúcar produce más glicógeno para convertir en glucosa, la cual es disuelta en la sangre. Cuanto más glucosa de la sangre absorben los músculos, más es vertida en ella procedente del hígado. Parte del ácido láctico producido en la formación de glucosa penetra también en la sangre, es arrastrado hasta el hígado y convertido allí en glicógeno. Existe, pues, un mecanismo adecuado para abastecer de combustible a los músculos activos. En el ejercicio moderado el oxígeno abastecido se equilibra con el consumido y no da lugar a ningún déficit. Los únicos efectos resultantes serán un agotamiento de la reserva de carbohidratos y una necesidad de más proteínas para usar en la reconstrucción de las células desgastadas durante la actividad.
La mayor limitación para sostener un severo esfuerzo es el abastecimiento de oxígeno. Aunque el bazo es estimulado y descarga células de sangre roja, la toma de oxígeno no puede sufragar la demanda muscular; consecuentemente, el ácido láctico se acumula en músculos y sangre. Sin suficiente oxígeno para la reconversión, la fatiga se asienta. Existe un límite para el déficit de oxígeno en que un individuo puede incurrir, y es aquí donde el Yogui recalca los ejercicios de ejecutoria lenta.
En el laboratorio, el método más usual para medir la eficacia, es hacer que un sujeto inhale aire de la atmósfera y lo respire en una bolsa portátil, mientras efectúa el ejercicio. Se utiliza un juego de válvulas en el tubo que conecta la pieza donde se inserta la boca con la bolsa portátil. Después del experimento el volumen del gas es medido y su contenido analizado con los gases respiratorios. Puede calcularse entonces la cantidad de oxígeno consumida. Se sabe que la oxidación habida en una unidad de oxígeno puede ejecutar una determinada cantidad de trabajo. Dividiendo este valor entre el trabajo realizado (que se mide indirectamente), los expertos determinan el índice de eficacia.Se ha observado que estirar un músculo antes de contraerlo, proporciona mayor poder de contracción. Un músculo estirado, por lo tanto, puede desarrollar más trabajo que otro normalmente relajado.
Se ha probado que supone más trabajo levantar moderadamente grandes pesos que levantar violentamente otros más pesados. Así pues, presionar moderadamente un músculo es el medio más eficaz para obtener mayor rendimiento. Si el músculo no ha sido dilatado suficientemente no puede ser muy eficaz.
Por viscosidad se entiende la fricción interna resultante del roce de las moléculas contra el entramado de la fibra muscular durante la contracción. Esta fricción retarda el proceso de contracción. Parte de la energía desarrollada durante la contracción tiene que ser usada para vencer esta resistencia interna. La viscosidad, de este modo, resta eficacia. Se ha demostrado que cuando un músculo se contrae lentamente requiere menos energía para vencer una resistencia dada que cuando se contrae rápidamente. Cuanto mayor es la rapidez de la contracción más rápidamente fluye el protoplasma a través del tejido estructural de la fibra muscular y más fricción desarrolla. Aunque la viscosidad resta eficacia es, en realidad, un factor inherente de seguridad. Actúa como freno para prevenir a los músculos de una respuesta demasiado rápida que podría producir desgarros.
Por lo que se acaba de decir sobre la viscosidad, puede deducirse que tiene que existir una velocidad óptima de contracción que proporcione la mayor eficacia. Demasiada velocidad de contracción desarrolla un trabajo pequeño, por causa del aumento de fricción interna y consecuente pérdida de eficacia.
Por otra parte, una velocidad demasiado lenta, aunque permite desarrollar un gran trabajo, gasta demasiada energía en mantener el estado de contracción; la eficacia es también baja. Se reconoce ahora que conducir a un hombre al agotamiento no es práctico, ni en lo que respecta a la salud del individuo y en lo que se refiere a obtener más y mejores resultados.
Gran parte del aumento de eficacia es debido a la mayor coordinación y seguridad en la ejecución que al desarrollo del entrenamiento. Estos efectos dependen del sistema nervioso central.
El sujeto desentrenado tropezará, mental y físicamente, más a menudo que el entrenado. El aumento de confianza que trae consigo constatar el progreso, más el aumento de coordinación, determinan una actividad más económica y eficaz. Es en esta actividad en la que se desarrollan los ejercicios de Yoga.
Aunque no todos deseen emular las proezas de los Yoguis entrenados, pueden, sabiendo que es en gran parte cuestión de entrenamiento, aumentar su propia eficacia.
Los ejercicios de Yoga moderados y concientes, aparte de hacer sentirse mejor y más relajado al practicante, ayudan al cuerpo a adecuarse para las demandas que puedan tener lugar. Más aún, un cuerpo bien entrenado ayuda enormemente a entrenar la mente, que es el principal propósito de todo Yoga. Practicando adecuadamente los ejercicios de Yoga podemos refrenar la acumulación de ácidos tóxicos y eliminarlos si ya están sobreacumulados en la sangre misma. Lo siguiente es un extracto de una publicación médica: «El enemigo mortal es una enfermedad conocida como arteriosclerosis o endurecimiento de las arterias. Las arterias se ponen rígidas; sus paredes interiores se revisten de una capa de calcio. A veces se obstruyen y resquebrajan y la persona muere repentinamente. Otras sobrecargan el corazón, tratando de forzar el envío de sangre a través de tubos disminuidos por los depósitos de calcio, y causan un fallo cardíaco.»
Ahora resulta claro cómo los ejercicios de Yoga pueden ayudar a incrementar la circulación y mantener las arterias elásticas.
No hace mucho, un médico realizó un estudio sobre trescientos hombres y mujeres que habían padecido largo tiempo de fatiga crónica. Algunos habían llegado a él sospechando que la causa de su mal era infección de los dientes, tensión baja, pies planos o anemia. Pero prácticamente ninguno sospechó lo que realmente causaba la fatiga. El doctor descubrió que las causas más frecuentes de fatiga eran trastornos cardíacos, diabetes, infecciones renales y desórdenes glandulares. La mayoría de estos síntomas podrían ser fácilmente anulados con una dieta natural, relajación, respiración y ejercicios de Yoga.
La elasticidad de los músculos también juega un importante papel en el mantenimiento del vigor en la sangre. La anormal acumulación de grasa distribuida en el sistema muscular produce el endurecimiento de los tejidos musculares del cuerpo.Los ejercicios de Yoga conceden gran atención a la columna vertebral y otras articulaciones. Más aún, mantienen un equilibrado abastecimiento de sangre en todas las partes del cuerpo.
La elasticidad de las arterias también juega un papel importante en la preservación de la salud, ya que mantiene la presión entre los latidos del corazón. Encauza firmemente el fluido sanguíneo. La corriente de sangre sería intermitente con arterias no elásticas; aparecería un chorro con cada sístole. Con arterias elásticas, la presión de la sangre se mantiene constante y firmemente a lo largo de capilares y venas.
Sin un abastecimiento apropiado de sangre, los diferentes tejidos no pueden mantenerse en buenas condiciones.FUENTE: Extracto del Libro de Yoga de Swami Vishnu-Devananda.
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