19 agosto 2011

PRACTICA DE YOGA EN FAMILIA

Yoga en familia
Si bien el Yoga puede ser practicado individualmente y podemos sacar mucho de él, practicar Yoga en grupo puede enseñarnos muchísimo. El Yoga de a dos o de a más personas abre muchísimas puertas dentro de su universo, y no sólo nos permitirá ensayar posturas impracticables individualmente, sino que también con ello lograremos experimentar una conexión espiritual muy intensa con quien nos acompaña.
 El Yoga en grupos es algo muy interesante de practicar, y más si el grupo lo conforma nuestra familia. El Yoga en familia es una actividad que liga fuertemente los lazos afectivos dentro del núcleo familiar, y una oportunidad ideal para tener actividades juntos.
¿Pero qué ocurre con los niños? Seamos sinceros, es difícil convencerlos de que dejen la computadora y que practiquen Yoga. Seguramente se entretengan mucho más  haciendo otra cosa, y por ello debes plantearles la opción de una manera entusiasta y divertida.
 Intenta proponerles practicar Yoga no como una experiencia espiritual o como una instancia de autoconocimiento, sino que como una instancia lúdica de juego y diversión, entretenerse en familia. Además también es recomendable hacer ejercicios simples, básicos y sencillos, para así logren insertarse de lleno en la actividad. Y a la vez crezcan adoptando una buena postura de columna y reforzando la espalda.
 El Yoga en familia es una oportunidad perfecta de tener una actividad juntos, y si bien probablemente gustes de practicar Yoga solo, compartirla con tu núcleo familiar seguramente te abra muchísimas puertas.
Beneficios del Yoga para niños:
•Refuerzo del sistema inmunitario.
•Desarrolla la concentración y discisciplina
•Fomento la constancia y la concentración
•Aumenta la flexibilidad y fuerzo
•Reduce la mala posición corporal
El objetivo del yoga en familia es la comunicación y la transmisión de valores y la herramienta que utilizamos es el cuerpo. En cada sesión el adulto tendrá la oportunidad de recuperar su capacidad de comunicarse a través del cuerpo: ejercicios físicos en pareja o en grupo, masajes, trabajos de reconocimiento corporal,… y el niño detectará que está en un lugar donde se puede continuar comunicando a través del cuerpo… ¡Continuar utilizando su gran habilidad tiene sentido! El niño desarrollará el lenguaje verbal sin abandonar la riqueza que le aporta la comunicación corporal y el adulto la recuperará.
¿Cómo es el trabajo? Sencillo, respetuoso y atento. Estar con los niños, observarlos, dejarlos que nos observen. No se necesitarán demasiadas sesiones para tener claro que los pequeños, igual que nosotros, aprenden por imitación. Entonces, ¿Qué debemos hacer? Actuar según los valores que queremos transmitir a nuestros hijos, hacer las actividades que queremos que aprendan nuestros hijos y, por supuesto, delante de ellos.  Si un niño nunca ha visto a alguien lavarse los dientes y un día le decimos “lávate los dientes”, ¿Existirían probabilidades de que entendieran lo que le pedimos? Evidentemente no. En cambio, a menudo pretendemos que sin que el niño haya visto nunca a nadie relajándose nos entienda cuando le decimos “relájate un poco”. ¿Cómo se enseña a relajarse a un niño? Relajándose delante de él, un día y otro y otro. Hasta que lo aprenda. Esto y tantas otras cosas – respetarnos los unos a los otros, desarrollar la atención, cuidar el cuerpo, reconocer las emociones, saber esperar, atrevernos a hacer coses nuevas,… -, caben dentro de una sesión de yoga en familia y el trabajo corporal, el yoga practicado desde la atención y el respeto,  nos dará la oportunidad de hacerlo.
Yoga en familia día a día…
 Podemos asistir a sesiones de yoga en familia para aprender ejercicios sencillos, o dedicar una mañana de fin de semana para aprenderlos y practicarlos – sin que sea una presión para ningún miembro de la familia-, y  después, en casa, irlos haciendo según vaya apareciendo la necesidad de hacerlo. Es muy enriquecedor observar cómo se van manifestando las necesidades corporales de los niños y en nosotros mismos y teniendo la oportunidad de satisfacerlas.
El yoga en familia es una actividad lúdica que integra el aprendizaje, a través de la experiencia, de las técnicas milenarias que ofrece el yoga.
 Compartir una sesión de yoga con niños y disfrutar de ella requiere que sepamos y aceptemos que todos aprendemos por imitación, que los niños mantienen la capacidad de captar e integrar experiencias e información aún estando en movimiento y que la idea de que la relajación implica inmovilidad es algo aprendido y no necesariamente real.
 Cuestiones prácticas
Hablamos del yoga con niños y niñas a partir de un año. Si vais a recibir clases, es importante, para sacar el máximo provecho, que los grupos estén organizados por edad: de 1 a 3 años y de 3 a 7 años, más allá consideramos que el niño puede recibir la enseñanza del yoga sin los padres, aunque también es muy enriquecedor continuarla en familia. Si hay hermanos de diferentes edades recomendamos asistir al grupo de la edad más alta.
 Tanto a casa como en un centro de yoga recomendamos:
 •Ir descalzos o con medias
•Trabajar sobre superficies cálidas y/o blandas (suelo de madera o alfombra)
 •Usar cojines para sentarse.
 •Y, si podemos escoger, lo haremos por la mañana – los niños y niñas están más relajados y receptivos – y en un momento en el que el adulto disponga de atención de calidad.
 Todos aprendemos por imitación
 Boris Cyrulnik, nos cuenta en su libro “De cuerpo y alma” un experimento realizado con chimpancés: midiendo las respuestas cerebrales de un grupo de chimpancés al realizar determinados movimientos se dieron cuenta que estas eran las mismas en otro grupo de chimpancés que estaba simplemente observando.
 Esto nos corrobora el aprendizaje por imitación. Los adultos somos los responsables de escoger los ambientes en los que se desarrollan los más pequeños, por qué el ambiente está influyendo en que se concreten unas conexiones neuronales y no otras, el entorno está determinando lo que el niño aprende. Decidir si pasamos nuestro tiempo libre en un centro comercial o paseando en un entorno natural, en medio de un grupo de gente crispada o dentro de un entorno relajado, es importante, tendrá efectos distintos en el niño ¡y en el adulto!
 Los niños mantienen la capacidad de captar e integrar experiencias e información aún estando en movimiento.
 Los años de “educación” que hemos recibido nos han creado ciertos hábitos que ahora entendemos como algo inherente al ser humano. Hemos olvidado que éramos distintos antes de integrar todas las experiencias que hemos vivido.
 Observar a los más pequeños nos ayuda a recordar lo que fuimos, reconociendo ciertas aptitudes realmente valiosas: capacidad de disfrutar, espontaneidad, libertad en la expresión y la creación,… Todo ello hace que el niño sea absolutamente capaz de realizar un aprendizaje estando en pleno movimiento. Es más, necesita involucrar todo su cuerpo en el aprendizaje para que este sea efectivo y real. El niño no se percibe como un conjunto de piezas: cabeza, manos, pensamientos,… sino que tiene una percepción global de si mismo y por tanto no comprende que para escuchar sea necesario mantenerse quieto. Por ejemplo: el niño no está convencido de que escucha solo con las orejas… por qué percibe la vibración a través de su piel y la siente distinta según lo cerca o lejos que esté, dependiendo de su postura… No es de extrañar que frente a una voz, intente obtener el máximo de experiencias que esta junto con su cuerpo le ofrece.
 La idea de que la relajación implica inmovilidad es algo aprendido y no necesariamente real.
 En el cuerpo todo es movimiento: el latir del corazón, la respiración, movimientos intestinales, los fluidos que nos recorren.. .
 Lo mismo ocurre en el área del pensamiento, una idea sucede a otra continuamente.
 Si forzamos al cuerpo a mantenerse en inmovilidad en contra de sus necesidades es muy probable que experimentemos infinidad de sensaciones muy distantes a la relajación.
Es cierto que la inmovilidad física (musculo-esquelética) nos ayuda a serenar la mente manteniéndonos atentos a su actividad, pero es necesario recordar que esta inmovilidad se aprende con años de práctica y que, una vez integrada, es muy probable que ya no sea necesaria para mantener la serenidad para la que fue desarrollada.
 Es muy distinto un niño ansioso que un niño en movimiento. Por tanto, el hecho de que un niño esté inmóvil no es sinónimo de que esté relajado y a la inversa. Lo que sí suele ocurrir es que frente a un niño en movimiento el adulto se pone nervioso… pero ese es un tema que incumbe al adulto no al niño.
 Relajarse en el movimiento es una de las maravillosas cosas que los niños pueden ayudarnos a recordar.
 Fuente: http://www.sanamente.net
http://www.yogaembarazo.blogspot.com

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